jueves, 27 de febrero de 2014

Y mis Oscar 2013 goes to...

Tras muchos meses de paréntesis rescato mi blog personal para analizar la que será la gala de los premios de la Academia del próximo domingo. Aunque en el blog @CineSphera podéis leer casi todas las críticas de las nominadas a mejor película de este año ¿a quién no le gusta decir la suya?

Mejor película: Ante un año tan variopinto - tenemos historias basadas en hechos reales, odiseas de carácter histórico, películas de acción, comedias muy negras - todavía se hace más difícil la comparación y por tanto la elección sobre la favorita. Entre las nominadas, tres son las películas que más huella me han dejado por su absorbente forma de transportarme a un universo muy cercano o lejano, según la ocasión. 

Gravity, la historia de esos astronautas colgados en el espacio intentando sobrevivir consiguieron dejarme boquiabierto, por las preciosas imágenes de la órbita terrestre y por las espectaculares secuencias de acción ¿increíbles?

El lobo de Wall Street. Como dijo alguien, Scorsese, Winter, Di CaprioHill y todos sus secuaces consiguen subirnos a una montaña rusa de placer desenfrenado de la cual uno se baja pagando las consecuencias. Sin embargo, ante tanto gilipollas sin escrúpulos no he escuchado a nadie a quien no le hubiera gustado compartir al menos una juerga, tan sólo una, con esos salvajes. Sintámonos culpables por ese pensamiento y flagelémonos. 

Nebraska. Digamos que es la última que he visto de las nominadas. Y la he sentido muy cerca de mí en todos los aspectos. En el amor de un hijo a un padre que entre ellos nada más se pueden ofrecer. Sencilla en su presentación pero no por ello menos bella. Paisajes y personajes que me recuerdan a mi infancia. No lo puedo negar: me llegó al alma. Y sólo por eso es mi voto a mejor película. 



Mejor director: Aquí no tengo duda. A pesar de los grandes trabajos de Scorsese, Payne y no podemos olvidarnos del lienzo de Steve McQueen, porque eso es lo que parece utilizar, debo dar mi voto a Alfonso Cuarón que ha conseguido transportarnos al espacio como nadie antes lo había hecho. Sí, es cierto, quizás su dirección no está tan llena de matices emocionales como las de otros pero ¿quién me va a negar que lo suyo no ha sido todo un logro?



Mejor actriz: Desgraciadamente cada año que pasa son menos los papeles principales para mujeres. Y eso se nota en las interpretaciones nominadas. Amy Adams es una de mis actrices favoritas. Versátil como pocas es capaz de pasar de comedia a drama en una misma escena. Eso es lo que hace muy bien en La gran estafa americana. Sé que Cate Blanchett es la favorita y que su caracterización de señora perdida ante los desengaños de una vida que soñó llena de lujos está muy lograda pero su personaje y su historia me recuerda demasiado a la Blanche Dubois de Vivien Leigh a quien quería más en su locura que a ésta en su tragicomedia. Así, ante la falta de heroínas que hay en el cine me quedo con una que nunca fue santa de mi devoción. De hecho, le tenía cierta tirria (todavía hay esperanzas para ti, JL). Sandra Bullock lucha contra los elementos y contra ella misma en Gravity. Y gana, la batalla contra aquellos y mi respeto y admiración. Eso sí, mientras escribo esto pienso que puede ser excesivo que se tenga 2 Oscar en su casa. 



Mejor actor: Matthew McConaughey ya me caía bien antes. Cuando era un canalla que hacía películas horribles. Tenía ese punto de estrella decadente con el que compadreas. Desde hace un tiempo su carrera ha dado un vuelco a la que se le reconoce incluso cuando sigue haciendo el payaso como en su extraordinario cameo en El lobo de Wall Street. Por supuesto, está impresionante en Dallas Buyers Club, una muy notable película, en la que consigue removernos las entrañas. No puedo olvidarme de la impresionante interpretación del sufrido Chiwetel Ejiofor. Ni de Bruce Dern en Nebraska debería ser mi debilidad como lo debería ser de todo académico con un poco de sensibilidad hacia una interpretación tan conmovedora. Sin embargo, si ha habido una interpretación que ha marcado este año ha sido el derroche de facultades y otras habilidades de las que ha hecho gala Leonardo Di Caprio en El lobo de Wall Street



Mejor actriz de reparto: Podría decir lo mismo que para las actrices principales. Los papeles preponderantes se reducen a veces a mínimos así que cualquier papel destacable se convierte en seria candidata a nominación o a premio. Prefiero no entrar a apostar en contra de una ladrona profesional de premios porque si lo hago mi fama de agorero le hará ganar el premio así que apostaré a favor de alguien. Lupita Nyong´o repite mi comentario de Chiwetel Ejiofor, cumple las expectativas del personaje sufridor por antonomasia. Y las cumple de sobras. Sin embargo, he de quedarme con la divertida, adorable, y la mayoría del tiempo insoportable, qué contradicción, June Squibb de Nebraska. Hay que entenderla y quererla. Y yo la entiendo y la quiero. 



Mejor actor de reparto: Jared Leto tiene las de ganar. Está brillante como travestí enfermo de sida. A Bradley Cooper le han regalado otra nominación para subir caché. Y no creo, que pese a que está bien en su papel de esclavista inhumano, sea la mejor interpretación de Fassbender. Por eso me decanto por el cómico, alocado e inmoral compañero de tropelías de Jordan Belfort, Jonah Hill en El lobo de Wall Street. Por cierto, ¿no se merecería Will Forte una nominación? 



No os pretendo aburrir con los guiones de Nebraska y 12 años de esclavitud o las fotografías de Inside Lewyn Davis, Gravity o Nebraska (qué categoría este año la de fotografía). En fin, creo que este año casi cualquiera podría ganar y, por tanto, evidentemente, sólo algunos premios me parecerían muy injustos. Estos son mis reflexiones y mis votos. Seguramente no estéis de acuerdo así que os ruego que tengáis un momento de recogimiento y si no estáis de acuerdo conmigo decid la vuestra justo aquí---> http://cinesphera.wordpress.com/2014/02/25/quiniela-de-los-oscar-2014/  

Os dejo las críticas a algunas de las candidatas a los Oscar que hemos hecho en cinesphera.wordpress.com Disfrutad de la noche de los Oscar y ¡no os olvidéis de votar! 








jueves, 11 de julio de 2013

Robert Ryan. El malo de la película.

Larguilucho, con cierto desgarbo, y sobre todo, con una mirada achinada de la que intuías canallesca en muchas ocasiones. Perversión en otras. Pero también se podía advertir inmensa bondad. 

Hace 40 años que Robert Ryan nos abandonó como quien abandona a la familia. Siempre demasiado temprano. Muchos no le recuerdan aunque su rostro se ha paseado por una extensa filmografía salpicada de obras maestras del western y del bélico. Némesis de los grandes, de Tracy, de Holden, de Wayne, de Stewart, de Marvin. Dando la réplica y muchas veces ensombreciendo a las figuras.  



Así, a bote pronto, le recuerdo como el eterno perseguidor del Grupo Salvaje de Peckinpah. Aquél que traicionó a los forajidos para pasarse al otro lado. Como hizo Pat Garret con Billy The Kid. Y le recuerdo también perseguido por Colorado Jim de Anthony Mann. También tengo grabada su imagen del cabecilla de la Conspiración de Silencio de John Sturges. O como el azote implacable de los 12 del patíbulo de Robert Aldrich, aunque finalmente el azotado fuera él. Por supuesto, es imposible olvidarle como el mercenario amante de caballos de Los profesionales de Richard Brooks. 

Así era Robert Ryan. Un tipo duro, a veces cínico o inmoral. Incluso criminal. Con su propio código de honor. En cualquier caso, su sola presencia daba sentido a la definición del malo de la película. Algo más que un secundario imprescindible en la historia del Cine. 

miércoles, 26 de junio de 2013

Ivory. El californiano inglés.

El pasado 7 de junio James Ivory cumplió 85 años. Tan señalado aniversario y su retiro del mundanal ruido cinematográfico es una buena ocasión para recordar la trayectoria de un hombre cuyos trabajos rendían tributo al más puro academicismo y que se especializó, pese a ser nativo de California, en las películas ambientadas en la época victoriana hasta el punto de que el resto de su filmografía ha pasado casi inadvertida para el gran público. En este blog ya se le rindió un homenaje de soslayo cuando hablé de una de las películas menos Ivory de su trayectoria, Fiesta Salvaje en Cuerpos de Cine (I) El Cuerpo se va de fiesta con motivo del 70 aniversario de la sex symbol de los los 60 y 70 Rachel Welch.

La filmografía de Ivory da comienzo con devaneos en el documental y películas de carácter colonialista adaptando historias hindúes y pasa por historias más actuales aunque siempre con tintes pasados.

Sin embargo, su obra siempre estará ligada a un tipo de película tan alejada en su contexto como en sus formas a su origen californiano. Este género fílmico, la denominada película de época, ha sido el jardín donde Ivory ha sabido desarrollar toda su sensibilidad y buen hacer como realizador. Ambientes naturales entre el siglo XIX y los albores del XX, historias románticas, de represión en ambientes y sociedades cerradas, casi exclusivamente alrededor de las novelas de E. M. Forster, actores de educación británica en su mayoría, y siempre fiel hasta su muerte a su eterno productor Ismail Merchant. Éstas son sus mejores obras, o al menos las que mejor definen el estilo de este director:

- Las bostonianas (1984). Una novela de Henry James sobre el proceso sufragista adaptada por la hindú Ruth Prawer Jahbvala que acompañaría a Ivory en la mayoría de sus producciones. Una inspirada Vanessa Redgrave y un post-superheroico Christopher Reeve se disputan el amor Madeleine Potter. Una gran dirección artística, de vestuario y de fotografía sitúan al espectador en el Boston del siglo XIX.

- Una habitación con vistas (1985). La historia de dos mujeres burguesas y su viaje a través de la toscana italiana. Mi primer encuentro con Helena Bonham Carter cuando todavía era una joven delicada aunque con su eterno bigote. Una gran fotografía y un reparto de actores británicos de alta escuela desde el novicio Daniel Day-Lewis hasta la siempre efectiva en su papel de siempre Maggie Smith. Ivory adapta otra novela de la pluma de Ruth Prawer Jahbvala que conseguiría su primer Oscar al mejor guión adaptado, en este caso de E. M. Forster.



- Maurice (1987). Un primerizo Hugh Grant enamora al olvidado James Willby en otra historia sobre identidades sexuales y renuncia a los sentimientos en una crítica a la sociedad de principios de siglo, y de no tan de principios, en otra adaptación de E. M. Forster, esta vez asumida por el propio Ivory con la colaboración de Kit Hesketh-Harvey.



- Regreso a Howards End (1992). Una nueva historia de liberación de la mujer en una sociedad machista como era la del siglo XIX en una nueva adaptación de E. M. Forster por Ruth Prawer Jahbvala que al final sería reconocida con su segundo Óscar al mejor guión adaptado. Ivory, fiel a un tipo de actor y actriz de academia británica repite con Vanessa Redgrave y Helena Bonham Carter e incorpora a Emma Thompson a su elenco de protagonistas.



- Lo que queda del día (1993). Ambientada en la primera mitad del siglo XX narra la historia de un mayordomo, Anthony Hopkins en posiblemente su mejor interpretación, y su relación con una particular ama de llaves, Emma Thompson en posiblemente su mejor interpretación. Obra cumbre de James Ivory que salta de nuevo al siglo XX para volver a indagar en los sentimientos en un entorno oclusivo que impide su liberación. Aunque no puede ser considerada una película de las denominadas de época por su tiempo narrativo, sí lo es por sus temas, las características e idiosincrasia de sus personajes. En esta ocasión abandona a Forster y su guionista de cabecera Ruth Prawer Jahbvala adapta una novela de  Kazuo Ishiguro.



martes, 14 de mayo de 2013

Tino no era Sinatra. Era la voz.

Cuando llenas tu memoria de recuerdos cinéfilos no sólo lo haces de miradas, gestos, imágenes o música. También lo haces de frases y de aquellas voces que las emitían. James Earl Jones, el malvado de Conan el bárbaro, se hizo más famoso por poner voz a un personaje y pronunciar una sola frase que por toda su trayectoria actoral, al margen del citado Conan o por ser tripulante del bombardero de ¿Teléfono Rojo? Volamos hacia Moscú. Esa frase no era otra que la que descubría el secreto de una paternidad y el personaje, uno de los mejores malvados de la historia del Cine. Esa frase no era otra que: "Luke, I´m your father". Y ese personaje era Darth Vader. Así, tanto el monólogo posterior, como su voz y su nombre, entraron en el Olimpo del Cine. Algo parecido le ocurrió a nuestro protagonista. 

La tradición de doblaje en España ha hecho que muchos de nosotros tuviéramos nuestro primer acercamiento al cine con las voces de algunos grandes actores españoles. Así, a pesar de que el doblaje rompe con algo tan fundamental para la interpretación como es la voz y que por tanto no captamos de esta manera todo el trabajo de los actores extranjeros, muchos de nuestros recuerdos más cinéfilos permanecen en nuestras mentes, no con las voces originales de sus protagonistas sino con las de estos magníficos intérpretes. 

Así, el doblaje de las películas venidas de Hollywood hizo de la voz de nuestro protagonista una referencia en el doblaje español y al mismo tiempo un recuerdo de algunas de nuestras películas favoritas. A pesar de conducir programas de televisión, de radio o actuar en obras de teatro de gran éxito, Constantino Romero, Tino para los amigos, entró en el imaginario colectivo gracias a su profunda y engolada voz. Constantino dejó de ser Romero y pasó a apellidarse Vader, Callahan, Bond o Kirk. Puso voz a Clint Eastwood en innumerables ocasiones, desde los Violentos de Kelly hasta Gran Torino (la última no la cuento). Dobló a Roger Moore en la serie 007. Acompañó al capitán James T. Kirk en sus aventuras en el Enterprise. Fue un robot asesino con la cara de Schwarzenegger. Pudo ver cosas que nunca llegaríamos a imaginarnos. 

He aquí cuatro de mis mejores momentos vividos junto a él (alerta spoilers a los que viven todavía en la inopia): 

Blade Runner

Harry el sucio (Dirty Harry)

Sin perdón (Unforgiven)

Star Wars. Episodio V: El imperio contraataca
(The Empire Strikes back)


Todas estas escenas y muchas más son historia del cine y por supuesto, gracias a la voz de Constantino,  también lo son de cada una de las nuestras.  

viernes, 10 de mayo de 2013

Harryhausen. Creador de mitos.

Siempre recuerdo que mi afición por el Cine me viene de bien pequeño. Desde crío me enganche a ese arte que me descubría tierras lejanas, me transportaba a mundos fantásticos o me hacía compartir aventuras con personajes increíbles. El cine y sus protagonistas se convirtieron en mitos para mí del mismo modo que existían otros mitos que el cine ha intentado trasladar a la gran pantalla.

A lo largo de su historia el cine ha intentado acercarse, y acercarnos, a la mitología clásica. Diversas películas, incluso infumables series de TV, lo han intentado. Sin embargo, son dos las que hicieron que la visión inocente de un niño guardara en su retina recuerdos de esqueletos vivientes, caballos voladores o búhos dorados.

Jason y los argonautas y Furia de Titanes fueron dos películas que al margen de su calidad, de su envejecimiento por la evolución de las técnicas de imagen, nos dejaron huella a todos aquellos que disfrutamos de sus aventuras y de aquellos monstruos mitológicos a los que tuvieron que enfrentarse, sorteando todos los peligros para alcanzar su destino. Aunque más que esas historias nos atrajeron las imágenes que nos mostraba.

Esas visiones inimaginables para el público hasta ese momento se produjeron gracias al legado de un hombre que hizo de la slow motion un arte de la imagen. En el analfabetismo infantil, siempre creí las películas que nos narraban los viajes de Jason o de Perseo llevaban la firma de Ray Harryhausen (hasta su apellido era mítico), y sin embargo él sólo era ¿sólo? el artesano que procuraba conseguir que viéramos la estatua de Talos perseguir a los argonautas o a Medusa petrificar a sus enemigos. Ahora, con el conocimiento que me dan los años sigo pensando que aquellas películas, si pertenecieron a alguien, fueron a él porque si en algo destacan o las mantenemos en nuestra memoria son por las creaciones del maestro Harryhausen.

Resquicio del pasado que se nos va. Pasado del cine y de mi infancia. Harryhausen llevó a cabo un trabajo para el que fue creado en parte el cine: Creer durante un momento que cosas imposibles podían suceder.



lunes, 6 de mayo de 2013

Mi nombe es Quatermain, Allan Quatermain

Cuando disfrutamos de las películas de Indiana Jones que alguno ya califica de antiguas - me estoy haciendo mayor - no podemos obviar que el origen de todo pudo estar en las aventuras de Tintín - aunque ni el propio Spielberg las conociera - pero sobre todo en las películas de aventuras que se rodaron durante los años 30, 40 y 50, producciones que abrieron horizontes a otras tierras más allá de la civilzación y que rememoraron las hazañas, maquilladas por supuesto, de los colonizadores de entonces.

Películas como King Kong, Tarzán o Mogambo, cada una en su género y en su época, nos acercaban a tierras inexploradas y salvajes, repletas de peligros venidos de la propia naturaleza o de las tribus todavía sin "domesticar".

Uno de los más próximos antecedentes de Indiana Jones fue otro aventurero, el cazador surgido de las novelas de H. Ridder Haggard, Allan Quatermain. Aunque otros actores interpretaron este personaje de finales del siglo XIX, véase el caso de Richard Chamberlain o de Sir Sean Connery, el nombre de Quatermain siempre irá ligado a una esbelta figura con percha de Lord inglés.

Stewart Granger, se hizo un nombre en el mundo de Hollywood en los años 50 en películas de capa y espada como El prisionero de Zenda o Scaramouche. Sin embargo, fue otro film de aventuras el que le dio previamente el espaldarazo definitivo a su carrera y a su pertenencia de mitos del celuloide: Las minas del Rey Salomón. 

Junto a la eterna candidata a los Óscar, Deborah Kerr, Granger se embarca en una aventura que recuerda en su argumento a las películas protagonizadas por Indiana encontrándose paralelismos con las 3 primeras entregas de la saga  -la búsqueda de un tesoro mitológico, el encuentro con tribus salvajes y el rescate de un ser querido-. Kerr contrata a Granger-Quatermain para encontrar a su marido, perdido en tierras desconocidas de África mientras buscaba las minas de diamantes del rey Salomón. A partir de ese momento, ambos correrán más de una aventura juntos.

Las minas del rey Salomón es un claro ejemplo del cine de aventuras de la época en los que la producción primaba sobre la autoría de la obra pero que no estaba exenta de calidad con diálogos llenos de humor que dotaban a los personajes de gran personalidad. Esta circunstancia, junto al desplazamiento de la producción al lugar de la acción en lugar de utilizar el tan moderno ordenador y su artesanía en la ejecución, a pesar del evidente envejecimiento de alguno de sus trucos, dotan a Las minas del Rey Salomón de un factor diferencial con respecto a las actuales superproducciones convirtiéndose en uno de esos clásicos para toda la familia que se recuerdan desde la infancia.

La figura de Granger destaca por encima del resto. Pertrechado en un atuendo colonial color camel que ahora daría un poco de vergüenza ajena, su fina ironía inglesa y su porte victoriano se ponen al servicio de un personaje hecho a medida. Uno de esos héroes que creías invulnerables sin necesidad de superpoderes o trajes especiales.


lunes, 29 de abril de 2013

El marido de la tonadillera

Tras la muerte de Sara Montiel muchos han recordado que la tonadillera o cupletista puso una pica en Flandes allende los mares. En palabras más terrenales, que la divina Sarítisima consiguió un contrato, en este caso civil, con uno de los directores de cine más afamados de la época: Anthony Mann. 

En España, el gran público conoce a Anthony Mann por 3 cuestiones bien distintas. En su ámbito privado, por su relación con la fallecida Sara Montiel desde que se conocieron en el rodaje de Serenade en 1956 hasta su divorcio en 1963. En su ámbito profesional por las grandes superproducciones que dirigió en los 60 en territorio español bajo la producción megalómana de Samuel Bronston en El Cid (1961) y La caída del Imperio romano (1964), ninguneadas actualmente por la crítica sesuda pero de una calidad indudable, sobre todo reivindicable la segunda por haber sido ensombrecida por otros peplums mucho más exitosos. Y finalmente, en el ámbito pseudoprofesional, el que forma parte de la leyenda del Hollywood, por ser el hombre que comenzó la producción Espartaco para posteriormente ser despedido por lo que ahora se llama de manera eufemística diferencias irreconciliables con el productor, estrella y alma del proyecto Kirk Douglas quien le sustituyó por Stanley Kubrick para completar esta obra maestra que nunca sabremos si es más de Mann o de Kubrick.

Sin embargo, y a pesar de la importancia, en algún caso relativa, que tienen los anteriores hechos de la vida de Mann, los amantes del cine americano le recordamos sobre todo por sus westerns, y en especial, por la serie de películas que llevó a cabo en la década de los 50 formando pareja artística con James Stewart. Aunque ambos colaboraron en 8 películas que incluyen hasta un musical, la dupla Mann-Stewart es reconocida y recordada por los westerns que realizaron en un plazo de 5 años en la primera mitad de la década.

Stewart supo romper en estos trabajos con la imagen de americano medio bonachón, divertido y simpático  u honorable de las películas de Capra, Cukor o Hitchcock. Desde Winchester 73 (1950) a El hombre de Laramie (1955) dejó de ser definitivamente Jimmy y dibujó un héroe más gris moralmente, con pasados oscuros, mucho más duro y de carácter más agrio, siempre ante una encrucijada moral, entre la venganza o el deber, el dinero o la ética, buscando la redención de alguna u otra forma, del individualismo a la justicia y el bien común.

Mann dio forma a esos viajes vitales utilizando la cámara de manera sabia. Ante el repetido escenario de  Monument Valley de las películas de John Ford o los espacios cerrados utilizados por Howard Hawks, Mann abre las fronteras del western y acompaña el trayecto iniciático con otro geográfico utilizando otros paisajes agrestes como los ríos de Oregon en Horizontes lejanos (1952) las montañas rocosas en Colorado Jim (1953) o Alaska, entre otros escenarios, en Tierras lejanas (1954) y les dota de vida propia forjando el carácter de los aventureros solitarios y hechos a sí mismos de Stewart.

Mann completa la iconografía westerniana con amenazas indias, bandoleros, tiroteos, persecuciones a caballo, y antagonistas a las antípodas del protagonista del calibre de Arthur Kennedy o Robert Ryan, compañeros de viaje del estilo de Brenan y mujeres en apuros de dudoso pasado como Shelley Winters.

Anthony Mann mal conocido como uno de los llamados artesanos de Hollywood se le niega la autoría ante  la dualidad de los maestros Ford y Hawks pero es y seguirá siendo una de las personalidades cumbre del género del Oeste, y nunca más el marido de la tonadillera.