miércoles, 10 de noviembre de 2010

Honores necesarios

Utilizando un símil futbolístico ha dado comienzo la pretemporada de premios en el Mundo del cine. Como cada año hay unos galardones que no mantendrán el misterio hasta el día de su entrega. Son los llamados premios honoríficos, que reconocen la trayectoria profesional de una figura trascendental, fundamental, y en ocasiones más o menos importante, en la cinematografía del país, de la academia o de la asociación que lo otorga.

Ayer pudimos conocer que en la próxima ceremonia de los Globos de Oro se homenajeará con el premio Cecil B. De Mile a Robert DeNiro, otrora sublime actor y en la actualidad perdido en miserias varias y esta tarde, los rotativos han anunciado que la Academia patria rendirá pleitesia en la próxima edición de sus premios Goya al director Mario Camus, especialista en la adaptación de algunas de las obras cumbre de la literatura española.

Ambos, De Niro y Camus, tendrán la oportunidad de ser homenajeados en sus respectivas galas de entrega de premios. Podrán así paladear el aplauso y la ovación de todos sus compañeros de profesión, que harán un paréntesis en la competición, en su particular lucha de egos, para honrar la sabiduría acumulada durante todos sus años de carrera de estos dos singulares personajes. La tradición se mantiene y nosotros podremos disfrutar de este acto, unas veces de enorme generosidad con ciertos profesionales, y otras veces de justicia redentora para con aquellos sempiternos olvidados en los laureles de la gloria, pero siempre llenos de cariño y de amor hacia el cine.

Sin embargo, por segundo año consecutivo la Academia de Hollywood no nos dejará gozar con ese momento de catársis. Las audiencias mandan y la productora del evento ha tenido a bien robarnos de nuevo el momento de mayor emoción de la gala, aquél donde se reconoce a personas que nos recuerdan cuál es el origen de la grandeza de este noble arte que reúne todos los anteriores. Así, este año, los Godard, Coppola y Wallach tendrán que recoger (salvo Godard que ha declinado la invitación) el premio a escondidas en una cena privada previa a la ceremonia televisada, sin honores...y sin vergüenza.

La apuesta de la Academia aboga por el negocio. La de los amantes al cine por el respeto a las vidas artísticas y por el recuerdo de momentos mágicos:

Como el de Chaplin emocionado al volver de su exilio en Suiza
http://www.youtube.com/watch?v=J3Pl-qvA1X8

Como el baile de Stanley Donnen cantando el chic to chic
http://www.youtube.com/watch?v=JMC8kHycgwM

Como el orgullo de Kirk Douglas
http://www.youtube.com/watch?v=wBF-0j1IPXw&feature=related

Como el gag de Blake Edwards cual Inspector Clousseau
http://www.youtube.com/watch?v=29WRP92X7Mg&feature=channel


Estos son algunos ejemplos memorables. Todos ellos agradecieron con humildad el premio de la Academia dejando su impronta igual que hicieron con su cine: emoción, humor, fuerza, sensibilidad, clase y elegancia.

Rendir tributo a tus mayores te hace más grande.

domingo, 31 de octubre de 2010

Affleck confirma su cambio de rumbo

En la ceremonia de los Óscar 2002 Pedro Almodóvar subió al escenario del Kodak Theatre para recoger el premio al mejor guión original por Hable con ella. La persona que se lo entregó no era otra que Ben Affleck, ganador del premio años antes junto a su gran amigo Matt Damon por El indomable Will Hunting. Mientras la gran diva del cine español exponía su discurso pacifista de agradecimiento, alguno pensaba que para que la escena hubiera sido perfecta debería haber sido otro el que le acompañara, y no un guaperas graciosete cuyos méritos se reducían en aquel entonces a colaboraciones con Kevin Smith y superproducciones palomiteras.

Sin embargo, en el año 2007 la vida y la obra de Ben Affleck dio un giro copernicano. Affleck sorprendia a propios y extraños con su debú en la dirección. Rodeado de un gran elenco actoral que encabezaba su hermano pequeño, el extraordinario Casey Affleck, Ben adaptaba una novela de Dennis Lehane al cual ya había llevado a la gran pantalla Clint Eastwood. Con Mystic River el nivel estaba por las nubes y aunque no alcanzara las cuotas de emoción de su predecesora, Affleck no salió perdedor y dotó a su película de personalidad, convirtiéndola en un thriller envolvente.

Ahora, y tras pasar por la sección oficial del Festival de Cine de Venecia, llega a nuestras pantallas The Town, film que nos narra la historia de un ladrón que junto a su banda se dedica a robar bancos en la ciudad de Boston, ciudad donde pasó su infancia el director y lugar común al que regresa tras su ópera prima.

Aflleck lleva a cabo un nuevo ejercicio de calidad y vuelve a enseñar grandes virtudes: sin grandes efectos visuales, efectúa una realización sencilla y austera pero sin renunciar a los momentos de acción que reclama el género, enseñándonos algo que él conoce muy bien. Su ciudad y los códigos éticos en los que se mueven sus vecinos y amigos.

Por desgracia para nuestro protagonista, el espectador volverá a encontrarse con un referente más o menos cercano, lo cual no debe tergiversar nuestro juicio. Por supuesto, no estamos ante Heat, obra maestra del subgénero de ladrones, pero podemos decir que hemos encontrado un director con temple, con el conocimiento suficiente para contar historias de manera elegante, con la pausa y el ritmo adecuado cuando lo requiere la trama.

En definitiva, Ben Affleck se confirma como un autor en ciernes al que le queda mucho recorrido por caminar y mejorar...Al menos ya ha hecho su penitencia como actor con abortos como Las fuerzas de la naturaleza, Gigli o Daredevil.

Si el manchego universal volviera a recibir un premio de la Academia intuyo que no nos importaría que se lo entregara Ben Affleck.

sábado, 30 de octubre de 2010

LOCURA CON MUCHO SENTIDO

Tras el rotundo éxito de El Apartamento, Billy Wilder se dispuso a iniciar un nuevo reto. Volver a Alemania, al Berlín de su juventud, para rodar Un, Dos, Tres, una comedia hilarante y alocada ambientada en la Guerra fría, en el muro que separaba ambos mundos enfrentados. "Dios", como le llamó Fernando Trueba, consiguió que una cuestión tan seria en la época como la tensión política y prebélica que mantenían USA y URSS se convirtiera en objeto de la sorna y la mala leche del hombre al que se le atribuían chinchetas en el cerebro.

Precisamente, durante el año de producción de la película, tuvieron lugar las negociaciones y el encuentro entre Kennedy y Kruschev en Viena que no sirvieron para mover la posición occidental ("three essentials") expresada por el presidente norteamericano en julio de ese año: UNO (mantenimiento de la presencia occidental en Berlín occidental), DOS (mantenimiento del derecho de acceso), TRES (libre elección por parte de Berlín oeste de su régimen político). Fue esa política occidental la que aceleró el ritmo de huidas a la zona occidental y precipitó que el 13 de agosto de 1961 se iniciara la construcción de un muro que separaba ambas zonas de la ciudad y aislaba completamente al Berlín occidental.


Como era común en los guiones de Wilder y Diamond se nos presenta de inicio un hecho fortuito o externo a la vida de los personajes principales que desencadenará los posteriores acontecimientos. Así, Un, dos, tres introduce a Mr. McNamara, representante de Coca-Cola en Berlín Occidental, que acaricia desde hace tiempo la idea de introducir su marca en la URSS y de esta manera ascender en la compañía. Sin embargo, la llegada a Berlín de la hija del Presidente de la multinacional trastoca todos sus planes.

Desde ese momento se desarrolla esta comedia a modo de vodevil en el que todos los personajes entran y salen del escenario teatral de manera frenética. Frenética en cuanto a ritmo, música, acción y escenas cómicas memorables. A pesar de que corremos el riesgo de quedarnos con la visión de presenciar una sucesión de gags impagables, lo cual ya haría de ella una estupemdísima comedia, Un, dos, tres va mucho más allá. Wilder nos acerca a través de esta farsa la realidad de esos años, radiografía cómica de ese momento histórico, en la cual no deja títere con cabeza, criticando tanto a un bando como al otro: La codicia de los unos y la corrupción de los otros.

En este punto llegamos al centro de todos nuestros objetivos: Mr. McNamara. James Cagney en una de sus escasas (y últimas) interpretaciones cómicas se luce en su verborrea y en sus gestos presentándonos un personaje ambicioso, con apenas escrúpulos y con toda la mala leche del mundo, como el mismo Matthau en posteriores colaboraciones con Wilder, ¿o qué digo?, como el mismísimo Wilder.

¡Cojan aire porque comienza la función y no les va a dar ni un segundo de respiro! Un, dos, tres,...

martes, 19 de octubre de 2010

Éxito a cualquier precio. La comunicación.

Un individuo en la máxima expresión de la palabra busca la aceptación social a través de la creación de un instrumento que todos utilizamos para ser aceptados en la Sociedad digital actual. Ese mismo arquitecto que antepone su éxito intelectual, industrial y empresarial a sus más cercanas amistades termina por quedarse más solo que la una, incapaz de mostrar más que apices de humanidad mientras mira al vulgo desde su Olimpo superdotado. Ésta bien podría ser la sinopsis de La Red Social, y el retrato de su personaje principal, Mark Zuckerberg que, a su manera, nos recuerda al protagonista de la ópera prima y magna de Orson Welles.

No puede ser casualidad que críticos tan afamados como O. Rodríguez Marchante o Jordi Costa hayan coincidido a la hora de describir a Mark Zukerberg como un Charles Foster Kane del siglo XXI, con granos y camiseta como expresa el propio O.R.M. La diferencia entre ésta y aquella obra de descripción de un personaje y su época -Kane utilizaba la prensa, el cuarto poder, Zuckerberg, Internet, el definitivo poder a día de hoy- es que cuando se descubre el misterio de Rosebud todos entendemos porqué Charles F. Kane es el Ciudadano Kane. No ocurre lo mismo con el personaje interpretado por Jesse Eisengberg al que conocemos en un bar y sabemos desde la siguiente escena que es un auténtico cabrito y realmente nunca averiguamos la causa o el motivo de su gilipollez que, imaginas, le dura desde la misma cuna.

No se libran tampoco del juicio sumarisimo del guionista Aaron Sorkin los abrazafarolas y aprovechados, salvando, con un "not guilty" por falta de pruebas, al celoso amigo del veredicto de culpabilidad. La Red Social trata los mismos temas vistos en infinidad de ocasiones porque son los mismos que han movido tantas veces el mundo: celos, envidias, ambición, dinero, pero en este caso, todos ellos están en las manos y en las mentes de niños, niños que cuentan millones de dólares antes de que les crezcan los pelos de sálvese la parte.

En esta tesitura nos encontramos al maestro titiritero. David Fincher, creador de un sello propio, de un estilo narrativo y una estética fílmica única en la actualidad, abandona el romanticismo de su anterior y celebradísimo proyecto, al menos por mi parte, y agarra el frio bisturi con la precisión del cirujano para diseccionar a partir del libreto de Sorkin al genio de turno, su entorno, y su época que es la nuestra, en la cual nos encontramos ante la tragedia humana, las relaciones personales y la incomunicación, eso sí, llevada a los extremos actuales en los que se vive en la irrealidad que posibilita comunicarse con un chino de Shangai y, por el contrario, limita aquella que implica la mirada, la conversación directa o el tacto con la persona de al lado. La nueva era.

"Confirmar la solicitud de amistad" reza la red social Facebook...alguno todavia está esperando una respuesta.

martes, 5 de octubre de 2010

La dos caras de la moneda

Al ver por primera vez Atrapado por su pasado (1993) te das cuenta que estás ante un clásico del cine contemporáneo cuya historia nunca dejará de ser actual porque la historia que nos cuenta deviene universal y atemporal. Su trama, ambientada en los 70 y en las mafias de Nueva York, abandona el entorno en el que transcurre para convertirse en una obra magna en la cual se dan cita el amor, la utopía, la amistad, la traición, el hombre, el individuo, la ética, las segundas oportunidades, la vida, la utopía, el destino y, por supuesto, el pasado que siempre vuelve y que nunca perdona las faltas cometidas.


Cuando recuperas por enésima vez esta obra maestra perdonas a Brian de Palma todos sus escarceos con peliculas de medio pelo. Cuando vuelves a ver a Carlito Brigante desplomarse en el andén de Grand Central Station justo cuando estaba a punto de acariciar su sueño, de alcanzar su paraíso, vuelves a enamorarte de ese personaje, te gustaría ser tú el que cruzara la estación perseguido por el hijo de Tony T para reencontrarte con Gail y empezar una nueva vida, porque a pesar del sacrificio, a pesar del fatal desenlace sería una muerte preciosa. 

La que iba a ser la cara B de Scarface (El precio del poder-1983) da la vuelta a la cinta y se convierte en el single absoluto de la obra de Brian de Palma. Tony Montana y Carlito Brigante son las dos caras de la misma moneda. El primero representa el vertiginoso ascenso y la caída del gángster que cree que el Mundo le pertenece, que sólo existe él, su ambición y el poder del arma y del dinero, cuya redención nunca se intuye porque su destino es una muerte violenta, el único lenguaje que entiende. Tal personaje se acompaña de la excesiva interpretación, en ocasiones histriónica, del gran Al Pacino. En realidad todo en Scarface, es excesivo: diálogos, decorados, violencia. Así vivió y murió Tony Montana. 

Por el contrario, Carlito Brigante vestido de negro en todo momento es el reverso luminoso. Su historia de violencia pasada le acompaña en su presente y marca su futuro. Su juventud y fuerza ya perdida le hacen dudar de su redención, pero precisamente es esa duda la que nos muestra que ya no es aquel joven temerario que creía comerse el mundo y reniega y odia a la imagen reflejada en el espejo que es Benny Blanco. Pacino, en esta ocasión más comedido, construye un personaje entre el vigor que aún le resta a su personaje y el romanticismo maduro de su antihéroe porque Carlito Brigante vive y muere a la manera del héroe romántico, cree en el amor y en la amistad, valores en desuso entre los suyos. Es ese romanticismo, su inocencia y sus errores pretéritos los que le condenan.






Carlito Brigante no está solo en su desdicha. Se acompaña de personajes icónicos como David Kleinfeld -el abogado cocainómano y tramposo- los entrañables y rastreros Pachanga y Saso, la corte de Tony T, Benny Blanco del Bronx, el fiscal Norwalk, Gail,...todos ellos trazados por la pluma de David Koepp, adornados por la enérgica partitura de Patrick Doyle y dirigidos como nunca por la batuta de Brian de Palma cuyos recursos estilísticos encajan perfectamente en esta historia: cámaras colocadas en ángulos imposibles, planos-secuencias larguísimos (inolvidable el plano de la persecución hasta Grand Cenral Station), movimientos continuos de cámara, homenajes y autohomenajes. Brian de Palma nos demuestra que sabe y mucho de su profesión combinando sus vicios irrenunciables, totalmente bendecidos en esta ocasión, con el rigor y la pausa que merece la historia.

Quizás no entenderíamos al nuevo y mejorado Carlito Brigante sin el mordaz Tony Montana. Son las dos caras de la misma moneda y para ambos cae la cruz: El destino y la muerte con la que vivieron toda su existencia les alcanza. Y Sin embargo la moneda cae del lado de Brigante. El camino de Carlito tenía un único final, su pasado le atrapa pero intenta redimirse, muere por vivir una nueva vida y no lo consigue, pero en su desesperado empeño,  sabemos que valió la pena, nos rompe el corazón, prometió no hacerlo, pero ya sabes, pasan cosas...  

lunes, 27 de septiembre de 2010

Indispensable reconciliación

Por una de esas casualidades de la vida hace unos días redescubrí la grandeza de un personaje espectacular, no sólo por su obra sino también por su personalidad.

El canal temático TCM emitía (o más bien "redifusionaba" si me aceptan el término) el documental La Silla de Fernando (2006). Dirigido por Luis Alegre y David Trueba (cuya obra literaria me parece más interesante que la cinematográfica) este documental nos adentra en el universo de uno de los grandes autores no sólo del cine sino también de la cultura española. Para ello utiliza un divertido prólogo, una inmóvil cámara encuadrada en primer plano y unas imágenes que se intercalan y acompañan al entrañable diálogo entre el protagonista de este documental y su invisible entrevistador - el autor de esta obra - en la cual el gran Fernando Fernán Gómez resume con humor, ironía, nostalgia y ternura todo su acervo intelectual y vital.



Por desgracia no descubrí antes este coloquio vital, donde estaría entonces y que sería de mi vida, y por tanto no ha sido hasta hace unas semanas que pude gozar, sí he dicho bien, gozar con una conversación tan enriquecedora, que te reconcilia no sólo con el personaje, sino con la inteligencia, la sabiduría y la libertad del hombre.

La silla de Fernando no es más que la conversación de unos amigos, la de Fernando Fernán Gómez con todos nosotros que escuchamos, reímos, reflexionamos y nos emocionamos. No puedo decir más. Es pura vida. Por favor vean este documental, disfrútenlo y reconcíliense con Fernando y consigo mismo. Totalmente indispensable.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Cuerpos de Cine (II). Imitación a la diva

Kim Basinger se convirtió en un icono erótico tras el estreno de 9 semanas y media. Sus curvas, su larga melena rubia y sus carnosos labios fueron objeto de deseo de los jóvenes, y no tan jóvenes, ochenteros. Una década después de su fulgurante ascenso al imaginativo popular, su carrera se tambaleaba tras una serie de fracasos en taquilla que nunca igualaron a la anterior cinta de Adrian Lyne o al primer Batman de Tim Burton. Agotada la explosividad de su juventud, Basinger se encontraba en plena etapa de madurez deambulando de un proyecto a otro sin rumbo, sin embargo, en 1997 le llegó la oportunidad de resarcirse y demostrar que era algo más que un cuerpo visionado hasta la saciedad en los Rewinds del VHS. 

Hasta ese momento la carrera de Curtis Hanson tampoco había generado nada especialmente atractivo dedicándose a thrillers de consumo rápido. No obstante, algo se guardaba cuando firmó el guión adaptado de  una novela de James Elrroy, y dirigió con maestría a un magnífico reparto que mezclaba valores emergentes, Rusell Crowe o Guy Pearce, con otros consagrados como Kevin Spacey o James Cromwell, entre otros.

L.A. Confidential nos sumerge en el siempre vilipendiado Departamento de polícia de Los Angeles. En los bajos fondos de la ciudad del lujo y del glamour nada es lo que parece, ni los violentos agentes con corazón frágil, ni los detectives con ambiciones sin límites, ni los policias estrellas de la televisión, ni los capitanes, corruptos, periodistas entrometidos, mentirosos, chantajistas, actores que ejercen la prostitución ni las prostitutas que se travisten de actrices. Todos tienen algo que esconder y algo por lo que morir.

Con todos estos ingredientes, Hanson nos devuelve en los albores del siglo XXI el aroma de los grandes clásicos del cine negro de los años 30 y 40. Recupera el sabor criminal, intrigas y suciedad en la urbe del espectáculo en Technicolor. Regresamos a una alegoría del blanco y negro en una película en color, y nos recuerda a todos aquellos personajes malditos (o más bien benditos) que tras su gabán y sombrero de ala ancha escondían un punto sórdido, de amargura, cinismo y crueldad pero con los que siempre nos identificamos porque siempre llevamos algo de ellos con nosotros.

De toda esta amalgama de personajes indecentes siempre surgía la dama en apuros, en este caso, una de esas fulanas que imita a las estrellas del celuloide para sastisfacer las fantasías sexuales de las más lasciva clientela angelina, papel reservado a Kim Basinger.


En su mejor caracterización para la gran pantalla la actriz sureña recrea, o más bien, se mimetiza con la diva Verónica Lake. Verónica Lake fue una gran estrella del cine de los años 30 y 40. Sus películas junto a Alan Ladd, su escualida silueta, su larga cabellera y sobre todo ese mechón que cubría la mitad de su cara le encumbraron en la cima de las femme fatalle de la gran pantalla consiguiendo despertar siempre los instintos más bajos o los más nobles sentimientos de los hombres que le acompañaron en sus andanzas. Kim Basinger hace lo propio en L.A. Confidential imitando a la diva pero dotando a su personaje de personalidad,  actualizando el mito de la mujer fatal a las necesidades interpretativas de los 90 porque Kim Basinger no interpreta a Verónica Lake, interpreta a una de esas fulanas que se parecía a una estrella del cine.

En la película se dice "Esto es la ciudad de los Ángeles pero tú no tienes alas". A Kim Basinger bien pudieron regalarle unas.       

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Cuerpos de Cine (I). El Cuerpo se va de fiesta

Lluís Bonet Mojica homenajeó ayer en la edición digital de la Vanguardia al Cuerpo del Cine. Cumplía 70 años Rachel Welch. Y en su artículo nos recordaba a un mito erótico de los 60 y 70 cuyo físico imponente lastró toda su carrera interpretativa no dejando al gran público descubrir si tras esas voluptuosas curvas existía una actriz de verdad.

No era la actriz mejor dotada de la escena y aunque en su mayoría de apariciones cinematográficas no pasó de ser un mero florero para deleite de la vista de toda una generación hemos de ser justos con ella y descubrirla en una pequeña joya de James Ivory: Fiesta Salvaje (1975) es seguramente su mejor interpretación.

El director californiano, ejemplo de la puesta en escena elegante, de las películas victorianas o mal llamadas "de época" en toda su exhuberancia, género fuera del cual siempre ha parecido sentirse huérfano y pérdido, nos regala en este filme una excepción a su monótona, aunque nunca desdeñable, filmografía.

Fiesta Salvaje nos muestra el tapiz de aquel Hollywood que se debatía entre el cine mudo y el sonoro, en la transición entre la mueca y la palabra y de todo lo que supuso ese paso para muchas de esas antiguas estrellas que no supieron o no pudieron dotar a su voz de la personalidad que requerían los nuevos tiempos y no pudieron evitar perderse en el olvido del gran público, y no, no nos dibuja un universo de glamour, nos enseña un Hollywood sucio, obsceno, negro, muy negro, sin concesiones para el espectador que apenas puede empatizar con su protagonista, un seboso cómico del cine mudo, otrora gran estrella, que busca su última gran oportunidad de volver a las primeras páginas, pero al cual tampoco salva de la quema, dejándole ser devorado por los caníbales, los propios y los ajenos.

En medio de todo este fango, brilla la figura y el personaje de Rachel Welch, siempre acompañada por su incontinente silueta y su sensualidad, interpreta a la amante del perdedor, al que se niega a abandonar a pesar de que no la merece, de su autodestructiva y despreciable existencia y al que se mantiene leal hasta sus últimas trágicas consecuencias.

La película comienza...y el Cuerpo tiene ganas de fiesta... 

lunes, 30 de agosto de 2010

Origen: Los sueños de la razón crean grandes espectáculos

Ríos de tinta se han escrito desde el estreno de Origen, y todos ellos contradictorios entre sí. Unos afirman que estamos ante una obra maestra mientras que otros salen de la Sala decepcionados ante tanta expectación, con la sensación de haber sido estafados por un guión tramposo cuyas bases argumentales se desmoronan como los cimientos del subconsciente.

Quizás exageren todos aquellos que piensan que Origen es la última obra maestra del cine. Sin embargo tampoco podemos juzgar la última creación de Christopher Nolan desde la vertiente científica precisamente porque el escenario donde se desarrolla la acción de Origen, la mente y sus recovecos, creadores de los sueños, son el mayor desconocido de la ciencia, y es de eso de lo que se sirve el autor de esta obra para dar rienda suelta a su propio Universo, o Universos, sin que podamos discutir la originalidad e innovación de su creación del mismo modo que hacen los arquitectos con sus fantasías.



Si bien es cierto que tanto el prólogo como la resolución de esta fantástica historia deja un tanto frío al público al no cerrar de manera más precisa el círculo virtuoso creado por sus autores y que algunos de los personajes principales están desarrollados de una manera superficial, sí que se puede afirmar que desde el momento en que se presentan esos personajes, desde el mismo momento que descubrimos el mundo en que se van a mover, disfrutamos de una cinta cuyo nervio narrativo te atrapa hasta las últimas escenas, te sumerge en una nueva dimensión ficticia convirtiendo al espectador en un jugador más de este laberinto.  

A pesar de que quizás sea necesaria un segundo visionado para entender todos las piezas del puzzle o para desencantarte con tan enrevesada trama, podemos afirmar que el autor de El Caballero Oscuro y El Truco Final, entre otras, consigue con Origen un paradigma del cine de Acción - con base en la ciencia-ficción pero una película de Acción al fin y al cabo - en Mayúsculas. 

domingo, 25 de julio de 2010

Un clásico hasta el infinito y más allá

Lo ha vuelto a hacer. La fábrica de sueños llamada PIXAR ha vuelto a crear una obra que divierte, entretiene y emociona en una hora y 35 minutos.

Toy Story 3 despide por todo lo alto a personajes que permanecerán en el recuerdo de todos aquellos que hemos podido disfrutar de esta saga de dibujos animados. Parece ser que no volveremos a ver una nueva aventura de Woody, Buzz, Sr. Patata y el resto de la terna de este cásting maravilloso, tampoco podremos regocijarnos con las nuevas adquisiciones de esta entrega como el hilarante Ken o el sombrío Lotso, pero siempre podremos recuperar tres películas que quedarán en nuestra memoria y que encandilarán a generaciones futuras del mismo modo que lo hacen ahora los clásicos que adoramos los amantes del buen cine.



Porque desde la primera escena basada en el mejor cine de acción, las desternillantes escenas protagonizadas por Ken,  Buzz Lightyear o el Sr. Patata, las inquietantes apariciones de Lotso, y hasta la emotiva escena final da la sensación de estar disfrutando de un espectáculo que ejemplifica en una "pequeña historia" lo mejor de la gran historia del séptimo arte: diversión y emoción sin necesidad de grandes vericuetos narrativos en un relato sencillo pero al mismo tiempo lleno de vida.   

Porque efectivamente Toy Story se ha confirmado como un clásico y por supuesto como imagen de marca de la factoría PIXAR a la que debemos algunas de las mejores películas de las últimas dos décadas, desde la primera Toy Story, Monster Inc, Buscando a Nemo, Los Increibles, Wall-e, Up,...grandes obras cinematográficas que confirman a PIXAR como lo mejor que le ha pasado al Cine en la última década y media.

En una entrevista a El País.com, Lee Unkrich - director de la película - a la pregunta sobre cuál es la fórmula de PIXAR contestó que no existe tal fórmula porque si fuera así todo el mundo la habría copiado. No sé si es cierta la afirmación del Sr. Unkrich, quizás no exista fórmula o quizás exista y no sea otra que precisamente no buscar fórmula alguna y dejarlo todo en manos de gente sin complejos, llena de imaginación y humanidad que es lo que destilan sus personajes, más que nunca, dibujos animados.

martes, 20 de julio de 2010

Música Celestial

No soy un gran seguidor de series de TV, más bien soy un neófito en estas lides muy a mi pesar en esta Edad de Oro de la Televisión. Quizás la obligación de seguir una trama de manera continuada no va con mi carácter variable. Solo unas pocas de estas obras han centrado en mí la suficiente atención como para que conseguieran mi fidelidad de principio a fín, Roma, Band of Brothers, Mad Men. Otras me resultan muy atractivas y se mantienen pendientes en mi agenda tras un primer acercamiento impresionante, Los Soprano, The Wire (lo sé, Pecado Mortal). Finalmente, las que más, han coseguido aburrirme por su reiteración dramática a pesar de un inicio prometedor o directamente no me han interesado en ningún momento. 

Sin embargo, en los últimos meses una nueva serie dramática ha llamado mi atención. Su origen la cadena/productora HBO. El argumento: La reconstrucción de la ciudad de Nueva Orleans y de la vida de sus habitantes tras el desastre del huracán Katrina. Su título: Treme.



Muchas líneas se han escrito ya sobre esta obra de arte del medio catódico. Yo sólo puedo añadir que me atrapó desde la primera escena, prólogo de la contagiosa canción de los títulos de crédito. A partir de ese momento sentí la necesidad de dejarme seducir por todos esos personajes que intentan sobrevivir a la catástrofe a través de la superación, la determinación y la esperanza. Sin embargo, por encima de todos los magníficos actores que componen el reparto, de la complejidad de muchos de sus personajes y del sabor al mejor cine rodado, está una ciudad que vive del y para el arte y, sobre todo de y para la música, porque Treme no es otra cosa que un homenaje a la Música que da vida a una ciudad y a una ciudad que vive de la Música.

Ahora que ha finalizado la primera temporada, y asegurada su continuidad, recomiendo enfervorecidamente a todo aquél que no la haya disfrutado, que la recupere (siempre en V.O.) para así poder deleitarse con una sinfonía de buena música, interpretación, guión y dirección. Arte completo, una serie que ya huele a clásico. 

lunes, 19 de julio de 2010

El cine de la 2

Cuando yo era un enano descubrí el cine de la mano de los westerns en las míticas Sesiones de Tarde que emitía la 1 todos los sábados y domingos. En aquellas sobremesas descubrí a John Wayne, Henry Fonda, James Stewart, Richard Widmark, Gary Cooper,...Más tarde pude reir con la filmografía de los hermanos Marx en esas mismas sesiones, en aquella época no entendía el porqué de su humor, pero soltaba carcajadas cada vez que aquel señor de bigote utilizaba su verborrea para librarse de los líos en los que él y sus locos hermanos se enredaban. Esos mismos sábados y tras el mítico Informe Semanal, pude descubrir Dios Mediante Sábado Cine otro tipo de séptimo arte, más innovador, que nada tenía que ver con el anterior pero que derrochaba el mismo arte. La Ciencia ficción se presentó ante mí: Blade Runner, 2001, Una Odisea en el Espacio, Cuando el destino nos alcance, Alien, Star Trek, son algunas de aquellas joyas recordadas.

Con la llegada de las privadas, la cadena pública pensó que ya no había hueco para tales excentricidades, el gran público requería grandes estrenos para competir con los nuevos ricos, olvidando el cine mal llamado antiguo y relegándolo a las madrugadas noctámbulas. Sólo mantuvo un reducto. Un único oasis. El de un programa que presentaba un cinéfilo recalcitrante amante del cine clásico y su pléyade de amigos, todos con cigarro o pipa en mano, que dialogaban, entorno a una mesa y bajo una niebla de humo de tabaco, sobre escenas, situaciones, influencias, sin levantar la voz y enriqueciendo el conocimiento de todo aquél que tuviera la paciencia no sólo de soportar la tediosa publicidad, sino también las intempestivas horas en las que se podía disfrutar del debate postproyección. 

Ahora, con la llegada del verano, la falta de programación en la parrilla y el objetivo de convertir la 2 en una cadena dedicada a la cultura, la televisión pública recupera la emisión de clásicos cada miércoles en prime time. La semana pasada pudimos disfrutar de una de las obras maestras de John Ford Centauros del Desierto (The Searchers) y este miércoles podremos revisitar otro clásico del maestro del parche, Mogambo, ni mucho menos su mejor obra, pero la constatación de su buen hacer como director, y sobre todo, la posibilidad de volver a admirar a la Venus hecha mujer, Ava Gardner en una de sus mejores interpretaciones, enfrentada a la fria Grace Kelly, en un triángulo cerrado por Red Butler, alias Clark Gable.

Visto lo visto, parece que al menos este verano los cinéfilos podremos hacer nuestro particular agosto recuperando títulos básicos en nuestra filmoteca, mientras los neófitos podrán descubrir clásicos del cine tan representativos como los dos anteriores.

Un deseo: que no sea como el amor de verano que termina cuando llegan las bajas temperaturas y hemos de regresar a nuestros hogares y que vuelvan esos debates rancios y con sabor a añejo, pero llenos de sabiduría y amor al cine que enriquezcan la proyección de estas joyas del celuloide.

martes, 8 de junio de 2010

Disculpen la licencia

El primer recuerdo que tengo de un Campeonato Mundial de Fútbol fueron los cuatro goles de un buitre con piel de cordero que destruyó a una Dinamita Roja que arrasaba a todo aquél que se cruzara en su camino. Tenía 6 años y el telediario abría en titulares con la gesta de Querétaro, aunque yo no comprendí su importancia hasta mucho tiempo después.

Transcurridos los años comencé a conocer el fútbol, la leyenda de este deporte, y sobre todo la de este evento, quizás el que más mitos ha dado al deporte, que esconde no sólo grandes Historias de los ganadores, sino también intrahistorias de los secundarios, anécdotas de reparto o las miserias de los perdedores.

Así, descubrí la heroicidad de unos uruguayos capaces de dar un Maracanazo capaz de romper el corazón de todo un país. Conocí a un equipo imbatible hasta que unos aguerridos alemanes acabaron con su leyenda. Supe de dos mitos de este deporte: Al primero le llamaron O Rei. El segundo no quiso que acabara su Mundial sabedor de que sus regates fuera del terreno de juego nunca serían tan efectivos. También descubrí que una mancha de cal pudo decidir una prórroga. Pude contemplar al mejor equipo jamás visto, o como el romanticismo de un holandés volador perdió la gloria ante un arrogante bávaro. Entendí que este deporte podía unir a un país y hacer olvidar durante unos días la tiranía que les oprimía. Más tarde pude emocionarme con la cara, los puños, y la carrera de un combativo italiano. También supe que Dios había bajado a la Tierra aunque trajera consigo al Diablo en la mano. Y ese pacto con el Diablo le hizo caer a los infiernos. Más tarde no fuí yo, fue el Nuevo Mundo y el lejano Oriente el que descubrió el fútbol aunque también supo que Brasil nunca volveria a ser Brasil. Y la  orgullosa Francia paladeó por fin un triunfo de una calva, de una calva que cabeceó por última vez el impertinente pecho de un carnicero...



Disculpen la licencia futbolística en un blog de cine pero el fútbol, sus partidos, y más en un Mundial, y muchas de las historias que los rodean, podrían ser el núcleo de cualquier guión de cine. A veces malo, incluso horrible. A veces bueno, hasta súblime. De suspense, de terror, de duelo al Sol, bélico, trágico, filosófico. Donde no siempre ganan los buenos, como en el cine, como en la vida. El fútbol todavía espera su gran película, la que recoja todas las emociones, incluidas las mezquinas, que también las hay.



De momento nos conformaremos con los nuevos estrenos que nos esperan. El próximo viernes se estrena una nueva película que nos traerá nuevos ídolos, nuevas ilusiones, decepciones, admiraciones, lágrimas de perdedores y de ganadores, nuevas imágenes que se quedarán en nuestro recuerdo, como el buen cine que se guarda en nuestra memoria. 

Disruten del espectáculo.

Películas sobre fútbol o donde el fútbol sea un elemento del guión: Evasión o Victoria, The Damned United, The Van, My name is Joe, Quiero ser como Beckham, Looking for Eric, Galatasaray-Depor (One Day in Europe), La gran Final. Españolas: Saeta Rubia, Once pares de botas, Matías juez de línea, El portero, El penalty más largo del mundo, Días de fútbol.  


martes, 1 de junio de 2010

Él es Espartaco

El próximo jueves Canal + estrenará una nueva serie. Su título: Espartaco. Sangre y Arena. Su protagonista será el actor galés Andy Whitfield. Sin embargo todos aquellos que le contemplemos por primera vez no podremos evitar recordar al hombre del hoyuelo en la barbila, de sonrisa irónica, mirada penetrante y rasgos duros y curtidos.

Kirk Douglas, nacido como Issur Danielovitz Demsky en el seno de una familia humilde de emigrantes rusos, fue forjando su carácter desde su infancia teniendo que trabajar desde muy joven para poder pagarse sus estudios. Fue ese origen el que engendró ese carácter apabullante y lleno de fuerza.

Identificado siempre por su gran personalidad destacó durante toda su carrera por papeles de fuerte temperamento y vitalidad, desde el boxeador de El ídolo de barro, pasando por el inmoral periodista de El gran carnaval, el ambicioso productor de cine de Cautivos del mal, el Van Gogh de El loco del pelo rojo, el Doc Holliday de Duelo de Titanes, el inquebrantable coronel francés de Senderos de gloria, hasta el farsante embaucador de El día de los tramposos. Tal vez sean sus interpretaciones más elogiadas pero, por supuesto, muchas otras que aquí se omiten forjaron su leyenda a través de todos los géneros cinematográficos, comedia, drama, cine negro, western, aventuras, histórico, fantástico, e incluso, ciencia-ficción.

Fue quizás ese carácter indomable el que le hizo también acreedor de grandes papeles épicos como el Ulises en la homónima película de Mario Camerini o el príncipe de Los vikingos de Richard Fleischer pero sobre todo y por encima de todos esos papeles, se le recordará como el esclavo rebelde, el gladiador que puso en jaque a todo un Imperio Romano en pro de la libertad de sus iguales.



Con un enorme reparto que incluía a Lawrence Olivier, Charles Laughton, Tony Curtis, Peter Ustinov o Jean Simmons, Espartaco se convirtió en un sueño para Kirk Douglas y en un instrumento único para su mayor gloria. Así se lo propuso. No sólo la protagonizó, sino que también la produjo y manejó a su antojo el rodaje hasta el punto de que cuando no estuvo convencido de los primeros resultados no tuvo inconveniente en despedir al maestro Anthony Mann y contratar al joven Stanley Kubrik, con quien ya había colaborado en Senderos de gloria. 

A pesar de estos contratiempos, el film no sólo se convirtió en la película que marcó la carrera de Douglas sino que superó esas metas y devino un legado (el hijo de Espartaco lo representa) del péplum en su máximo exponente y de la ideología socialista de su guionista Dalton Trumbo y del propio Douglas. La apología de los tres grandes ejes de la democracia moderna, libertad, igualdad y fraternidad, que inspiran a los esclavos se contraponen a la decadencia de una república corrupta y al peligro aún mayor del poder de la fuerza que acaba indefectiblemente convirtiéndose en tiranía, tan actual en nuestros días como lo fue entonces.

Kirk Douglas nos enseñó que todos somos ese esclavo que busca la libertad en un Mundo que apenas le deja paladear un ápice de su químera. Nos enseñço que todos somos en realidad Espartaco. No. Miento. Sólo existe un Espartaco. Él es Espartaco.   


lunes, 31 de mayo de 2010

En el cielo del celuloide

A Stanley Donen no se le ocurrió otra cosa que cantar y bailar el "Cheek to Cheek" cuando recibió su Óscar honorifico a toda una carrera dedicada en gran parte, precisamente, a cantar y bailar o, al menos, a hacer que todos aquellos que disfrutamos de su cine coreáramos, tarareáramos o bailáramos (intentásemos mejor dicho) las canciones que acompañaban a alguna de sus escenas más emblemáticas.

En su discurso de agradecimiento continuó explicando el porqué de su premio, la causa de que el mundo del cine tuviera un concepto benévolo de su trabajo. No era otro el motivo que el haberse rodeado de grandes guionistas, compositores y, por supuesto, actores.
Si bien todo lo que dijo es cierto no se puede menospreciar a este autor que comenzó su carrera como bailarín y coreógrafo, que se inició en el mundo del cine a través del musical de la mano de otra leyenda, Gene Kelly, y que traspasó ese género para regalarnos brillantes comedias románticas, tragicomedias, adaptaciones de novelas legendarias, cine de suspense e incluso, para su desgracia, ciencia ficción. 

Aunque su género favorito fue por supuesto el cine musical con obras maestras como Un día en Nueva York, Bodas reales, Cantando bajo la lluvia, Siete novias para siete hermanos o Una cara con ángel en las que tuvo el placer de dirigir al enérgico Gene Kelly, al elegante Fred Astaire, a su mejor pareja de baile Ginger Rogers, o a la dulce e inolvidable Audrey Hepburn, dos películas ajenas a dicho género destacan como obras maestras que, en principio, nada tenían que ver con éste, aunque guardaran un vínculo especial con la comedia más pura y clásica. No estaban acompañadas de números musicales, sin embargo sí lo estaban de la cálida melodía del maestro Henry Mancini.

La primera de ellas fue Charada (1963). Cary Grant y Audrey Hepburn protagonizan esta encrucijada de misterios entorno a un cádaver, 250.000 $ perdidos, asesinatos, secundarios de lujo, y todo ello envuelto en un guión ágil, rápido, adornado de ironía y buen humor, con giros continuos en la trama y un final teatral que convierten a este film en el regalo de Stanley Donen al espectador más cercano al genial Hitchcock.

Más tarde rodó en 1967 Dos en la carretera. El amor, el matrimonio, la convivencia, la monotonía, el engaño, el desamor, y regreso al amor. Guia ejemplar sobre la pareja en todas sus fases vista a través de los ojos de una pareja (espléndidos Albert Finney y Audrey Hepburn) durante tres viajes por la Bretaña francesa intercalados en una narración repleta de saltos en el tiempo en todas las direcciones que desmenuzan con un tono melancólico pero también con una mirada tierna todos los recovecos de la relación amorosa. Una de las mejores comedias románticas de la historia.



Quizás tuviera razón el modesto Stanley Donen al recoger su premio, quizás el mérito era de todo aquél que le rodeó en sus producciones, o, quizás nadie nos ha dejado decenas de escenas que permanecen en el recuerdo de todo buen aficionado al cine, o quizás nadie ha desgranado la pareja como él lo hizo o tal vez nadie nos ha sabido conjugar el misterio y la comedia como él la combinó, o, quizás, cuando vimos bailar y cantar a Fred, Ginger, Gene, Frank o Audrey nadie consiguió que estuviéramos en el cielo del celuloide.  

sábado, 8 de mayo de 2010

Ríos de Cine

En el lejano Oeste, el río marca un cruce de caminos, las lindes de una extensión territorial protegida ante cualquier ataque enemigo, las fronteras de un Estado defendido por la caballería del ejército o el inicio de un camino y el comienzo de un sueño. Y al otro margen del río, un territorio inhóspito lleno de cuatreros, tribus indias, y nido de los pistoleros más rápidos de ese lado del río, por supuesto, en la otra orilla, otros tantos tan veloces con el revólver dispuesto a batirse en duelo.

En el western cinematográfico, la figura del río significó todo lo antedicho pero también dio nombre a cuatro clásicos del género: Río Rojo, Río Grande, Río Bravo y Río Lobo, tres de ellas dirigidas por el maestro Howard Hawks y una por el genio John Ford.  

Río Rojo (1948). Howard Hawks inicia su trilogía sobre western y ríos - continuaría con Río Bravo y Río Lobo - con esta aventura que nos narra el viaje de un hombre (Wayne) y un muchacho (Montgomery Clift). Nos cuenta la eterna historia del maestro y del alumno, y de la lucha por la supremacía, homenajeando al mismo tiempo a los emprendedores, a los pioneros que se lanzaron a la conquista del Oeste. A pesar de que el desenlace es algo atropellado todo lo acontecido con anterioridad, las grandes escenas del rebaño cruzando el Río Rojo, la estampida, la gran interpretación de Wayne como el obsesivo, rígido y estricto ganadero Dunson - John Ford llegó a decir después de verle en este papel: "Nunca pensé que este hijo de puta supiera actuar"-, el carisma de Walter Brennan, la historia de la ambición y el sacrificio de una vida, hacen de esta película una de las grandes odas al estilo de vida vaquero. 


Río Grande (1950). La sabiduría narrativa de John Ford nos cuenta bajo las faldas de Monument Valley esta historia clásica de reencuentros de una familia desintegrada por la guerra que se da una segunda oportunidad en una aventura llena de peligros aderezada con los entrañables secundarios habituales en las películas de Ford, el formidable Victor McLaglen, John Carrol Naish en el papel del general, y los entonces jóvenes Ben Johnson y Harry Carey Jr., todos ellos rodeando a las dos grandes estrellas de la película, el inmortal John Wayne y Maureen O´hara quienes repetirían en otra obra maestra del genio del parche, El hombre tranquilo. A pesar de no ser la pieza cumbre de John Ford, los paréntesis musicales rompen en cierta medida el ritmo del relato, la sencillez del relato hacen de esta historia un ejemplo más del buen hacer del director.

Río Bravo (1959). Howard Hawks reunió en la pantalla a un elenco inolvidable para rodar la historia de un sheriff que debe defender su cárcel de un terrateniente que intenta sacar de la misma a su hermano acusado de asesinato. Film cuya fórmula dio lugar a diferentes versiones posteriores, con algunas variaciones, de la misma historia rodadas incluso por el propio Hawks - Río Lobo es una muestra de ello -. Nada sobra en este relato, ni un minuto, todo en esta historia tiene sentido, el inquebrantable sentimiento de justicia, la fuerza de la amistad, la camaradería, la redención ante el desamor, el romanticismo, y todo ello rodado en apenas cuatro escenarios. He ahí la maestría del Hawks. En cuanto al reparto, todos magníficos,  Wayne, Brennan y Dickinson, incluso la estrella juvenil de entonces Ricky Nelson no desentona, y por supuesto, genial Dean Martin en, quizás, su mejor papel en el cine. En definitiva nos encontramos ante una de las obras cumbre del Western y, por ende, del Cine. 



Río Lobo (1970). Obra póstuma de Howard Hawks que repite la fórmula que ya siguió con Río BravoEl Dorado. En este ocasión, el reparto no tiene el mismo nivel que en anteriores adaptaciones de la leyenda del hombre justiciero que no se detendrá ante nada ni nadie, aunque en esta ocasión sea otro el que lleve consigo la placa. En cualquier caso, a pesar de reconocer la historia en su discurrir, este film cierra el círculo iniciado con Río Bravo entregando nuevamente a John Wayne el papel predominante. Aunque los años y el cáncer ya pesaban en él nos vuelve a deleitar con su registro de hombre íntegro y decidido a defender lo que cree justo, repitiendo el mismo rol que en las anteriores adaptaciones, porque él no actuaba, él se presentaba tal y como era. Hawks volvió a dar muestras de su talento para contar historias de manera sencilla, convirtiendo este western con aroma de despedida en un réquiem del género al estilo más clásico.

He aquí la muestra de cuatro westerns clásicos, unidos por cuatro ríos, todos ellos sitos en el Estado de Texas, pero todos, con un denominador común, el mito del hombre del oeste a la antigua usanza, aquél que nunca atacaba por la espalda, que nunca rompía su palabra, aquél cuya fornida y alargada figura arrastraba los pies al entrar en el Saloon winchester en mano o se alejaba a través del umbral de una puerta que se cerraba, aquél cuya voz profunda y mirada cerrada destilaban serenidad, rectitud y honestidad. Aquél que fue el Duque del Cine, también llamado John Wayne, o como él mismo se definió: feo, fuerte y formal. 

lunes, 26 de abril de 2010

La debilidad de John

John Cazale sólo pudo mostrar su arte en seis películas pero su poso entre los que disfrutamos de sus interpretaciones le han convertido en mito.

La leyenda de este actor se inicia con la saga fílmica más grande jamás contada. Tras una notable carrera en el teatro neoyorquino junto a su gran amigo Al Pacino, fue elegido por el director Francis Ford Coppola para el papel del desdichado Fredo Corleone, hijo mayor, heredero de un Imperio y marginado por su debilidad en favor de sus hermanos pequeños. Tanto en la primera como en la segunda parte de El Padrino, el genio de John Cazale traspasa la pantalla y nos muestra la fatalidad de una vida cuyo destino se trunca, tanto por sus errores como por la idiosincrasia de una filosofía existencial que no entiende de debilidades, que no perdona al frágil, donde la sangre se deja a un lado ante la traición, donde la tragedia se alía con el más débil. El inocente Fredo traiciona a su hermano por 30 monedas de oro y su arrepentimiento no encuentra misericordia. El descubrimiento de esa traición nos enseña una de las escenas más trágicas jamás filmadas cuyo desenlace perseguirá toda su existencia al personaje de Michael, que no encontrará redención hasta el día mismo de su muerte.  



El endeble y enfermizo aspecto de Cazale encontró en Fredo Corleone a su otro yo, un personaje que marcaría no sólo su carrera sino su posterior camino vital ya que esa debilidad que emanaba en la pantalla corroía su cuerpo en forma de cáncer de huesos hasta el punto de llevárselo de manera prematura a los 42 años. Doce años después de su muerte participó, gracias a imágenes de archivo, en la tercera y última parte de esta Saga, que intenta cerrar una herida cuya cicatriz supura hiel. Es precisamente el tormento de Michael y la presencia sentida de Fredo/Cazale lo mejor de este epílogo a la mayor historia jamás contada. 

Tras su participación en las dos primeras entregas de El Padrino, Francis Ford Coppola volvió a contar con Cazale para un pequeño papel en la interesante La Conversación. En esta ocasión Gene Hackman monopoliza de principio a fín este film con una inquietante interpretación de un técnico de escuchas torturado e inadaptado, mientras que Cazale repite, en el papel de su ayudante, un carácter inocente y leal pero fracasado por su ignorancia y mediocridad.

En 1975, animado por su amigo Al Pacino, Sidney Lumet le eligió para interpretar a Sal el desequilibrado compañero de atraco del protagonista en Tarde de Perros. Aunque vuelve a quedar a la sombra del personaje principal, su caracterización vuelve a acercarnos con sus sliencios a una persona compleja y desconcertante. En una de las escenas Pacino le pregunta a Cazale: "¿Hay algún país al que te gustaría ir?" a lo que Cazale responde fuera de guión "A Wyoming", esa improvisación se quedó en el corte final y resume la insulsa existencia de un ser que no demanda nada más de la vida.

Finalmente, en 1978, y ya enfermo del cáncer de huesos se dispuso a rodar El Cazador de Michael Cimino, epopeya trágica de un grupo de amigos que ven sus vidas destrozadas por el conflicto de Vietnam. En un nuevo papel secundario Cazale rodó sus escenas al comienzo del rodaje para poder terminar a tiempo y, a pesar de que la enfermedad le consumía, exhibe en cada una de sus escenas su contagiosa vitalidad. Cazale murió poco después de completar su rodaje.

Así, aunque su carrera cinematográfica duró seis años (de 1972 a 1978) y seis películas, dedicadas todas ellas a personajes secundarios, marcados por ese físico frágil  y por una debilidad muy humana, todas sus apariciones marcan en nuestra memoria la presencia de un alma cándida cuyas limitaciones no impiden sentir su cercanía y calor porque, "Fredo todavía sigues siendo mi hermano". 

sábado, 17 de abril de 2010

Alicia en el País de Tim Burton

Tim Burton marginado en la compañía Disney en los inicios de su carrera por sus tendencias góticas poco acordes con las más luminosas de la casa del ratón Mickey regresa ahora a su primer hogar para traernos una nueva versión del imaginario de Lewis Carroll. Creador de un Universo propio no podía ser otro el elegido para trasladar a la gran pantalla la historia de Alicia en el País de las Maravillas.

He de confesar que no he leido el texto original y que mi memoria no me permite más que mantener un vago recuerdo de la adaptación animada así que podría decir que llego virgen a este cuento de reinas blancas y rojas, ejércitos de naipes y piezas de ajedrez, de orugas azules y gemelos parlanchines, de sombrereros locos y lirones espadachines, lo cual no me impide advertir que las casi 2 horas de metraje transcurren con interés en el relato, en la fantasía creada por su autor y hecha suya por el realizador.



Sin embargo, Alicia en el País de las Maravillas se convierte únicamente en un entretenimiento infantil, que incluso puede llegar a dececpionar a los seguidores más acérrimos del personaje, no así de Tim Burton, el cual vuelve a demostrar que su Universo está por encima de cualquier historia que adapte, convirtiendo el relato original en una Alicia a imagen y semejanza de las creaciones del director, lo cual pesa más en el debe que en el haber de la película.

Así, a pesar de deslumbrar esta deliranza de escenarios y atmósferas, Tim Burton no consigue más que hacer pasar un buen rato al espectador, suponiendo un divertimento que no conseguirá la fidelidad de mi memoria, tan sólo un recuerdo de las posibilidades que la imaginación puede llegar a crear.

lunes, 12 de abril de 2010

El octavo pasajero

Canal + repone durante estas semanas las tres primeras adaptaciones de la abominación hecha forma. La criatura que cambió nuestra forma de comparecer ante el Universo tenia cabeza ahuevada, garras afiladas, una sonrisa que heló la sangre de todos los que la sufrimos por vez primera y una voracidad que sobrepasaba los límites de la lógica humana.  

Alien, el octavo pasajero es, junto a Blade Runner, la obra maestra del director Ridley Scott. Tras su debut como realizador en Los duelistas el autor británico afrontó un reto cuyo conductor había sido el hasta ese momento existoso Walter Hill. Éste abandonó el proyecto como director y continuó en su labor de guionista cediendo su timón a Scott que, una vez cogidas las riendas, hizo suyo el proyecto comenzando por dar nombre a uno de los personajes de la película, la nave Nostromo, influido por uno de sus autores fetiche y que ya adaptó para su citada ópera prima, Joseph Conrad.

Su pasado como realizador de videoclips y anuncios contribuyó a la perfección no sólo estética sino también de sensaciones de cada una de las escenas de la película en las cuales se acoplaban como una sinfonía perfecta los sonidos espaciales, las respiraciones, las salidas de aire, las alarmas, los gritos y los jadeos con las imágenes oscuras, claustrofóbicas de escenarios ocluidos, de pasillos de esclusas y compuertas interminables, que someten al espectador desde el miedo a lo desconocido de los compases iniciales al terror absoluto ante la atroz criatura surgida de las tinieblas del Infinito. En este punto, no podemos olvidar la acertada decisión del director de no mostrar en ningún momento - hasta la escena final -  la integridad del monstruo lo cual deriva en un horror absoluto sobre lo que sientes y presientes más allá de la repulsión generada por el magnífico diseño ideado por el pintor Hans Ruedi Giger.



Sin embargo, no podemos destacar únicamente lo antedicho: La tensa relación entre los tripulantes, las inquietantes figuras de Madre, la computadora que domina la nave Nostrom, y de Ash, el oficial científico, y, por encima de todos, el nacimiento de uno de los héroes más fuertes y más humanos de la historia del cine, Ripley, papel destinado a Tom Skerrit (que finalmente interpretó al capitán Dallas) y que fue a parar a las manos de una mujer, de una actriz de facciones duras, angulosas, de fígura rectilinea y de voz grave, Sigourney Weaver, que desde ese momento nunca podría separarse de la criatura que le dio la fama hizo de Alien, el octavo pasajero, un imprescindible no sólo del género de terror, sino de la misma historia del Cine.

Posteriormente, otros directores revisitaron el mito del monstruo espacial con distintos resultados y estilos, de la misma forma que marcaron sus posteriores carreras. James Cameron, tras su Terminator, encaró el film Aliens, El Regreso, de 1986, cinta que mantiene la estética anterior pero que enfoca la historia a una acción más consumible por el gran público. Y en 1992, se estrenó Alien 3, cinta de carácter crepuscular que recuperaba el ambiente enclaustrado de la primera parte concluyendo la saga de manera ajustada al destino de sus protagonistas. Este film marcó el inicio de la carrera de uno de los autores más personales de la actualidad, David Fincher, creador de un universo y estilo visual propio, a través de obras como Seven, Zodiac o el Curioso Caso de Benjamin Button.

Otras producciones han devuelto al monstruo a la gran pantalla pero el nivel de las mismas impropio de nuestro temido protagonista nos hacen omitirlas del presente artículo. Ahora, el padre original de la criatura, Ridley Scott, vuelve a recuperar el mito para contarnos los orígenes de esta abominación alienígena. Esperamos que vuelvan los escalofríos aunque ya hayamos perdido la inocencia...  


martes, 30 de marzo de 2010

Falta de ideas

El periódico digital ELPAIS.COM publica hoy en su sección cultural un artículo sobre la vuelta a los 80 en los estrenos que se avecinan en este año 2010.

Sin ir más lejos mañana se estrena el remake de una de esas películas, Furia de Titanes, que en 1981 reunió en la gran pantalla a Harry Hamlin, más conocido por seriales de gran éxito en la década como La Ley de Los Ángeles, y viejas glorias como Lawrence Olivier o Ursula Andress.

El film original concebido como un entretenimiento de aventuras mitológicas destacó sobre todo por ser el último trabajo del gran artesano Ray Harryhausen, creador de criaturas fantásticas e inventor de los efectos especiales, tal y como los conocemos hoy en día. En esta nueva versión es otra estrella en ciernes, Sam Worthington quien interpreta a Perseo y son los veteranos Liam Neeson y Ralph Fiennes en los papeles de Dioses quienes juegan con el Destino de la Humanidad y es, sobre todo, una nueva ocasión para poder comprobar el efecto de la tecnología 3D sobre una historia tan apropiada, el mito de Perseo, para las innovaciones introducidas por la nueva dimensión.

Pero este no será el único remake o revisión de grandes éxitos de los 80. Pronto vendrán la continuación de la, en su día, innovadora TRON, la cínica Wall Street o la inocente Karate Kid. Además se han producido versiones de series televisivas tan conocidas como El Equipo A o McGyver, aunque en este último caso en versión paródica titulada McGrubber.

A pesar de que esta nueva hornada de clásicos ochenteros nos devuelven a la más tierna infancia de todos aquellos que crecimos con esos y otros "clásicos", su revisión no era necesaria, no sólo porque la mayoría de los mismos no la merecen por su poca importancia artística sino porque nos hacen recordar aquellos imágenes o personajes que en nuestra inocencia mitificamos y que para nuestra desgracia no aguantan, no ya el paso del tiempo, sino el paso de nuestras vidas.

Es evidente que la meca del Cine está en crisis, o mejor dicho las ideas en la meca del Cine están en crisis. Quizás deberían encerrar a los guionistas en despachos cerrados durante horas para que broten las ideas como hacían las productoras en la época de la dictadura de las Majors o quizás deberían secuestrar a los guionistas de las actuales series de TV. En todo caso, deberían ahorrarnos el mal trago de descubrirnos que hemos crecido y que algunos de nuestros recuerdos no son ni mucho menos los que guarda nuestra manipuladora memoria.

   

jueves, 25 de marzo de 2010

La Trilogía del Anticristo

El sacrificio realizado por el Rey de los Judíos en pro de "nuestra Salvación" dio lugar a cientos de tradiciones paganas a lo largo y ancho de la geografía mundial durante la época de Cuaresma. Las loas convertidas en tótems escultóricos llevados a hombros por los penitentes silenciosos o venerados por las saetas más sentidas fueron emuladas por el séptimo arte en forma de sacralización, La Historia Más Grande Jamás Contada, Rey de Reyes, y Jesús de Nazaret, de ejercicio de psicodelia, Jesucristo Superstar, de humanización, La última tentación de Cristo, o de manifiesto político, El evangelio según San Mateo.

Sin embargo, toda Luz comporta Oscuridad, toda Salvación debe conllevar Perdición...Así, en una época de convulsiones políticas, de cambios sociales y de revoluciones culturales como fueron los últimos 60 y la década de los 70, se produjeron tres películas cuyo protagonista no era otro que el reverso tenebroso del Redentor de la Humanidad y su llegada (o manifestación) al Mundo. Esas tres obras, ajenas en su realización, han venido a denominarse como la Trilogía del Anticristo.

Rosemay´s Baby (1968). El director Roman Polanski aceptó como primer encargo en el cine americano la adaptación al cine de la novela homónima de Ira Levin. Una mujer (Mia Farrow) deseosa de tener un hijo con su esposo (John Cassavettes) consigue quedarse embarazada tras una noche de pesadilla. Tras la noticia, sus vecinos no escatiman en cuidados hacia la futura madre.



Rodada en un ambiente claustrofóbico de interiores, en su mayoría estancias cerradas, pasillos y vestíbulos fríos y oscuros, y con el Edificio Dakota como telón de fondo, un personaje más de la propia trama, convierten a Rosemary´s Baby una pieza clave del terror cláisco.

El film que abrió las puertas de Hollywood a Polanski, lanzó la carrera de Mia Farrow y supuso un Óscar a la mejor actriz de reparto a la entrometida vecina Ruth Gordon y al Guión Adaptado para el propio Polanski, pero támbién fue el inicio de la escabrosa vida de su director, tanto en el papel de víctima como de ejecutor, y de la leyenda negra del enigmático edificio, sobre todo tras la muerte del músico John Lennon.


The Exorcist (1973). Primera película de terror nominada al Óscar al mejor film, su estreno produjo un enorme impacto entre el gran público al tratarse de un film que introdujo particularidades novedosas en el tratamiento del horror, desde la ambientación inicial en Oriente Medio hasta el suspense desarrollado en el frío Washington D.C., pasando por las escenas escatológicas protagonizadas por Linda Blair y rematando con el tratamiento de la música a través de la revolucionaria Tubular Bells. A pesar de lo grotesco de algunas secuencias, el desarrollo de la trama hasta el descubrimiento del misterio y el suspense mantenido durante todo el metraje, hacen de este film una pieza indispensable en la meca del Horror.
 
 

 
El film, ganador de los Globos de Oro de ese año, sucumbió en la Ceremonia de los Óscars ante El Golpe. El éxito de El Exorcista devino el descubrimiento de la niña protagonista Linda Blair y de Jason Miller en el papel del Padre Karras, además de la confirmación en el estrellato de los realizadores de William Friedkin, quien ya había triunfado 2 años antes con French Connection. Tanto los actores citados, cuyos personajes en la ficción tuvieron mayor contacto con el Diablo, como el "padre" de la criatura, no volvieron ni han vuelto jamás a alcanzar el mínimo reconocimiento en el mundo del Cine...
 
 
The Omen (1976), Film dirigido por Richard Donner, creador años más tarde de la inefable saga de Arma Letal, y con la presencia mayúscula del gran Gregory Peck, narra la historia de una pareja norteamericana (Peck y Lee Remick) y de su hijo Damien (Harvey Stephens), un niño inquietante a cuyo alrededor se suceden hechos estremecedores.
 
 
 
A pesar de ser la menos reconocida de las tres, las magníficas interpretaciones de su reparto, el desarrollo in crescendo del misterio alrededor de su personaje principal, la sucesión de acontecimientos que hilan la maraña del guión, la atormentada música de Jerry Goldsmith y su precipitado final, hacen de La Profecía un clásico del terror psicológico que sumerge al espectador en su tenebroso universo.
 
En una época donde el terror cinematográfico se funda en imágenes impactantes, violencia explícita y  sobresaltos continuos y más bien gratuitos, la trilogía del Anticristo se convierte en imprescindible para todos aquellos aficionados que disfrutan, o sufren, con atmósferas sobrecogedoras, ambientes llenos de suspense, terror sugerido y tramas destinadas a un clímax final. Porque el peor de los miedos no es aquél que puedes palpar sino el que no puedes comprender.

martes, 9 de marzo de 2010

Hasta que llegó la hora

La resaca de los Óscars nos ha dejado un dato para la historia. Como dijo Barbra Streisand al entregar el premio a la mejor dirección: "La hora ha llegado..." 

Otras mujeres lo intentaron antes: Lina Wetmuller por Siete mujeres en 1976, Jane Campion por el El Piano en 1993 y Sophia Coppola por Lost in Traslation en 2003, pero ha sido Kathryn Bigelow, una directora conocida por títulos de acción tan destacados como Acero Azul, Le llaman Bodhi y Días Extraños la que ha conseguido ser la primera mujer en ganar un Óscar a la mejor dirección.

A pesar de la irregularidad de su trayectoria, con títulos fallidos como K-19 o El peso del agua, Bigelow se ha distinguido siempre por incurrir en un género, el de acción, tan identificado con lo masculino. Precisamente ha sido su pulso narrativo y su inteligencia para mostrar el día a día de unos artificieros en la Guerra de Irak, su habilidad para traspasarnos el chute de adrenalina que esos soldados sienten cada vez que se enfrentan al peligro, su hiperrealismo, lo que le ha hecho merecedora de forma justa del galardón más importante del Cine. Sin embargo, nada más me llega de esta película rodada de forma excepcional. No comprendo a su personaje principal, ni le admiro ni le odio, más bien me produce cierta angustia pensar que hay tipos así, sin ningún aliciente más allá de su profesión de desactivador de muertes, casi prefiero el romanticismo de aquél que mata por una causa, sea justa o injusta, o el miedo o el asco de aquél que se ve inmerso en una guerra por decreto cuyo único objetivo es la supervivencia, o la unión entre unos hombres perdidos en la barbarie que les convierte en hermanos de sangre. A pesar de mis extrafalarios gustos reconozco la valía de En tierra hóstil y su poder para introducir al espectador en el campo de batalla sin necesidad de artilugios de 3-D. 



Antes de comenzar a pensar en el nuevo curso cinematográfico y en la nueva carrera para los Óscars del 2010 no quiero olvidarme de dos películas que si me han tocado este año y que por distintas razones se quedaron en segundo plano en la ceremonia del pasado domingo. UP ha sido en mi opinión la mejor película del año, cine en estado puro que con el tiempo se convertirá en un clásico del Cine, los 15 primeros minutos más emocionantes que recuerdo, un film relegado por su factura de animación a la marginación de unos premios secundarios: Mejor película de animación y mejor banda sonora. Espero que algún día la Academia sea justa con Pixar, la mayor fábrica de sueños de la actualidad. Y finalmente, otro ejercicio de altos vuelos, Up in the Air, comedia muy inteligente, con un reparto excelente, que nos muestra la realidad de la sociedad actual, la soledad, el desarraigo, el autoengaño, la hipocresía, en un entorno de crisis económica muy bien dibujado a través de unos profesionales del despido. Jason Reitman se va a casa de vacío, pero dudo que sea así siempre.

Como ya dije en la previa nunca llueve a gusto de todos, lástima que casi nunca llueva al mío...a pesar de mi opinión los Óscars siempre serán los Óscars y siempre estarán por encima de mis preferencias.

        

sábado, 6 de marzo de 2010

And the loser was...

A pocas horas de conocer el film que entrará en la historia de los Óscar con el premio a la mejor película, recordaremos en este artículo algunas de las producciones que, siendo nominadas en la gran noche del cine, se quedaron con la miel en los labios siendo relegadas al ostracismo, justa o injustamente. Porque en una sociedad donde sólo se recuerda a los vencedores no está de más hacer un homenaje a aquellas cintas que no se llevaron el trofeo a casa, pero que han perdurado en nuestra memoria con tanta o más fuerza de lo que lo han hecho las ganadoras. 


1941 - Ciudadano Welles: En un año donde competía la película considerada durante años la mejor de la historia resulta increible que no ganara la estatuilla ese año. Ganó otro clásico del cine Qué verde era mi valle de John Ford, pero por su innovación en la narrativa y su influencia en las generaciones siguientes la Academia no fue justa con Ciudadano Kane, relegándola al premio al mejor guión original para el otro Mankiewicz (Hermann) y el propio Welles que con su ópera prima iniciaba su leyenda negra en la meca del cine.

1946 - Vivir es bello a veces: El clásico por excelencia cuento de Navidad de Frank Capra Qué bello es vivir se quedó compuesta y sin premio ante el magnífico melodrama del "Mr. Óscar" William Wyler Los mejores años de nuestra vida. Aunque el film ganador es de indudable calidad, el transcurso de los años ha hecho de la cinta perdedora un título imprescindible en la historia del séptimo arte.

1951 - Un tranvía que se quedó en deseo: A pesar de que Un Americano en París es un clásico del musical, parece extraño que una de las obras cumbre del teatro llevado al cine Un tranvía llamado deseo no ganara el Óscar a la mejor película. Si además tenemos en cuenta que tres de sus intérpetres principales se llevaron premio (Vivien Leigh, Karl Malden y Kim Hunter) y el cuarto se quedó a las puertas (Marlon Brando) con una nominación, no parece coherente que el film se quedara sin premio, siendo uno de los mejores ejemplos de dirección de actores jamás llevados a la gran pantalla.



1952 - Solo y sin triunfo: Si hasta ahora hemos hablado de injusticias discutibles debido a la calidad artística de las películas ganadoras, he aquí uno de los más claros ejemplos de error por parte de la Academia. El circo montado por Cecil B. De Mille  en El mayor espectáculo del Mundo derrotó de manera increible a dos clásicos que han marcado a generaciones enteras Solo ante el peligro y El hombre tranquilo. Cualquiera de las dos hubiera sido una justa vencedora.

1956 - Gigante no fue el Óscar: Aunque ninguna de las nominadas puede considerarse una obra maestra del séptimo arte, sí que mejoraban a la ganadora La Vuelta al Mundo en 80 días, film basado en la novela de Julio Verne. Ni Gigante, ni Los Diez Mandamientos ni El Rey y yo convencieron a los miembros de la Academia. A este humilde servidor sí, por lo menos, por delante de la citada cinta de aventuras.

1958 - La gata sin premio: Tan injusto fue que Elizabeth Taylor se quedara sin premio como que lo hicieran Richard Brooks como director y La gata sobre el tejado de zinc como mejor pelicula ante otro musical de Vicente Minnelli, Gigi.

1961 - Buscó pero no encontró: Como anteriormente, Paul Newman se quedó sin premio en una de sus mejores interpretaciones por El buscavidas. Esta gran película se vio ensombrecida ante el fenómeno de West Side Story que arrolló ese año. Este error con Newman fue compensado años más tarde concediéndole el Óscar por el mismo papel, pero mucho más viejo, en El color del dinero

1962 - Matar un sueño: Este año, una obra maestra del cine Lawrence de Arabia dejó en segundo plano una de las más bellas historias llevadas a la gran pantalla. Matar a un ruiseñor no se llevó el premio pero al menos nos queda el consuelo de que Gregory Peck, por interpretar de manera conmovedora al espléndido personaje Atticus Finch, se llevara el Óscar a casa. 

1965 -  Lágrimas más que Sonrisas: El musical de la familia Trapp se impuso a Dr. Zhivago, epopeya romántica del gran David Lean.

1967 - Bonnie sin Clyde: Bonnie and Clyde, drama que narraba la historia de dos de los bandoleros más famosos de la Gran Depresión americana se ha convertido en una de las obras clave del género de cine negro. La moderna narrativa utilizada por Arthur Penn no se vio recompensada ante un drama racial muy de moda en ese año, "En el calor de la noche".

1971 - La conexión mecánica: The French Connection con el gran Fernando Rey ajusticiado por el también grande Gene Hackman derrotó en esa noche de los Óscar a una de las películas más turbadoras e influyentes de la historia moderna del cine. La Naranja Mecánica puede encantar o asquear pero no se puede ignorar su trascendencia en los últimos decenios.

1976 - Rocky deja KO a Hollywood: Asi aparecía Sylvester Stallone en la portada de Newsweek sujetando un Óscar gigante. Cualquiera de las nominadas era mejor película que Rocky. Network, Todos los hombres del presidente, pero por encima de todas Taxi Driver de Martin Scorsese, otro film que ha marcado un antes y un después en la Historia moderna del séptimo arte que se vió superada por el inefable semental italiano. Una de las mayores injusticias de la Academia.  



1980 - Película corriente: Gente corriente, ópera prima de Robert Redford como director, era un sólido drama alrededor de una familia que vive las consecuencias de la pérdida de uno de sus miembros, pero no soportaba ninguna comparación con la obra maestra de Martin Scorsese Toro Salvaje. Marty rodó este film tras pasar por un periodo depresivo, seguramente no pudo soportar perder con Rocky años atrás, y seguramente creyó, visto el antecedente, que narrando la vida del boxeador Jake La Motta se ganaría el favor de la Academia, no fue así pero al menos un Robert de Niro en estado de gracia consiguió el Óscar al mejor actor.

1981 - Carros de óscars: Atlantic City con Burt Lancaster y Susan Sarandon y En busca del Arca Perdida" eran las mejores películas de ese año. Sin embargo, Carros de Fuego se llevó el premio en esa edición. De nuevo la Academia erró el año ya que la película de deportes a premiar debió ser el año anterior y no ése.

1982 - Mi teléfono, ¿mi Óscar?: Pues tampoco ése sería el año en que Steven Spielberg se llevara la estatuilla. En su lugar el aburrido biopic de Gandhi le robó los honores al más famoso alien de la historia E.T.. En cualquier caso, Veredicto final de los magníficos Sidney Lumet como director, y Paul Newman y James Mason como intérpetres, Tootsie una de las mejores comedias de los útlimos treinta años con un enorme Dustin Hoffman, o Desaparecido con Jack Lemmon, mangnífico drama sobre la dictadura chilena, podian haber sido un premio más justo que el entregado esa noche.

1984 - Pasaje sin premio: La fiebre por los biopics en los 80 hizo que de nuevo el Óscar a la mejor película fuera a parar a la insoportable Amadeus cuya mayor virtud era la música, obviamente del ínclito, y la interpretación de F. Murray Abraham, que no, no interpretaba a Mozart, sino a Salieri. Los gritos del silencio y Pasaje a la India, canto del cisne del maestro David Lean, superaban en calidad y sensibilidad a la citada biografía filmada.

1989 - El club de los no premiados: En un año de calidad discutible en las nominaciones, como fue norma en la década que acababa, destaca por encima del resto la lírica y emocional El club de los poetas muertos un viaje iniciático para un grupo de muchachos que descubren el sentido de la vida de la mano de un  muy contenido Robin Williams en su papel de profesor Keating. En su lugar triunfó el ñoño drama Paseando a Miss Daisy.

1990 - Sin uno de los nuestros: Una vez más, una obra maestra de Scorsese, Uno de los nuestros se quedaba sin premio ante la sólo correcta Bailando con lobos. A pesar de todo Marty siguió intentándolo y finalmente lo consiguió, aunque no fuera por su mejor film.

1994 - El tonto no lo era tanto: A un lado, Forrest Gump una mezcla de historia de superación personal y de amor edulcorado en un entorno de los pasajes más recientes de la historia americana. Al otro extremo, la segunda película del irreverente Quentin Tarantino, Pulp Fiction, serie de historias cruzadas llenas de violencia tanto física como verbal, con monólogos y diálogos tan brillantes como surrealistas, y en una suerte de narración epistolar y con continúos saltos temporales, ¿Alguien dudaba de quién iba a ganar?

1997 - El hundimiento salió a flote: Titanic igualó a Ben Hur como película con más Óscar de la Historia. Sin embargo, ante la espectacularidad de la cinta de Cameron, mi corazón se decanta por un clásico de los 40 rodado en los umbrales del siglo XXI. L.A.Confidential reúne todo el aroma del cine negro en un guión que bien pudiera haber rodado el mismísimo Howard Hawks.

1998 - Shakespeare con Óscar: Shakespeare in Love mediocre imaginario sobre el romance del autor de Romeo y Julieta con una doncella sorprendió a propios y extraños cuando se alzó con la estatuilla ese curso, año en el cual se estrenaron dos obras maestras del cine bélico, Salvar al Soldado Ryan con el mejor arranque jamás visto sobre el género, y La Delgada Línea Roja reflexión antibelicista de tonos éticos-filosóficos. 



1999 - American Beauty: Aunque es cierto que el premio a la mejor producción del año fue más que justo para esta disección de la sociedad americana en forma de sátira, debe destacarse El dilema, crítica a la industria tabaquera rodada a modo documental y cámara al hombro. La película de Michael Mann constituye uno de los mejores acercamientos al mundo empresarial y periodistico.

Cierto es que muchas de estas películas se han ganado su hueco en la Leyenda del Cine por méritos propios y sin necesidad de premios del mismo modo que algunas de las premiadas permanecerán únicamente en la Historia de los Óscar, porque estos premios no dominarán nuestros recuerdos, sino que será la memoria de cada uno la que recordará y seguirá recreando los relatos que más le han turbado, emocionado, entusiasmado, divertido y entretenido, así que no se desesperen si comprueban que tampoco este año gana su película favorita porque como dijo el sabio: nunca llueve a gusto de todos...y menos en Hollywood.